2001 Abril

¿Medicos y Promotores de Ventas?

Nuestra época ha sido testigo de un desarrollo tecnológico avasallado, soportado por una no menos impresionante infraestructura industrial. Desde el punto de vista médico, el interés fundamental de esta industria debería ser la optimización de la atención médica. Sin embargo, la lucha por este loable objetivo se pierde de vista bajo actividades mucho más apremiantes como es el mantener la competitividad entre las diferentes industrias productoras de “armamentario médico” para lo que se necesita, entre otras estrategias, imponer en el mercado nuevos productos a la mayor velocidad posible. En esta carrera, con mucha frecuencia, la “tecnología” corre por delante de la “ciencia”, con el consecuente riesgo de inducir el uso de intervenciones y recursos tecnológicos no probados adecuadamente.

En nuestra especialidad, la implementación de nuevas tecnologías para el diagnóstico o intervención se sucede con especial celeridad lo que hace apremiante llevar rápidamente estos productos al mercado. El mecanismo empleado por la industria para tal fin es la vinculación de los científicos líderes de opinión en los trabajos que sustentan el uso de estos recursos innovadores. Para esto se aprovechan el entusiasmo de los médicos por participar en proyectos novedosos su ignorancia y ligereza en el manejo de la información y, lo que es más cuestionable, los incentivos económicos. El proceso típicamente continúa mediante la producción de una serie de casos con seguimientos usualmente cortos, y con esta débil evidencia, se promociona el producto como la “mejor” solución. En este momento entran en escena las estrategias de mercadeo y los medios masivos de comunicación que presionan médicos y pacientes a utilizar esta milagrosa y segura solución.

Ejemplos de lo anterior abundan en la historia de la especialidad, en la década de los ochenta se generalizó el uso de los ligamentos sintéticos para la reconstrucción del ligamento cruzado anterior. Su implementación se basó en el hecho de que respetaban el tejido original y, ya que estaban disponibles porque la industria los producía, se usaron en series de pacientes pequeñas con seguimientos inadecuados que no producían evidencia confiable. A pesar de lo anterior, la industria y el mundo académico los promocionaron, y la comunidad médica en forma ingenua y apresurada generalizó su uso. Algunos años después, habiendo intervenido miles de pacientes en todo el mundo, se observó que la duración de los mismos era corta y la incidencia de falla a los 5 años era alarmante. Muchos de los pacientes presentaban sinovitis severas como reacción a cuerpo extraño y además reaparición de la inestabilidad por falla del material. Existen muchos otros ejemplos: recordemos los fracasos de las prótesis de cadera con el uso de cabezas de 32 mm y las copas con polietileno Enduron cuya popularización en la práctica médica cotidiana guarda grandes semejanzas con el primer ejemplo. ¿Cuál fue el costo social y económico de estas situaciones? ¿Quiénes fueron los responsables de estos fracasos? ¿Los médicos que utilizamos esta tecnología alguna vez hicimos la crítica correcta de la evidencia que existía para justificar su uso masivo? ¿Quiénes fueron los ganadores en este caso? Sabemos que los perdedores fueron nuestros pacientes y los médicos que permitieron que esto sucediera. En definitiva la sociedad debió pagar los costos tangibles e intangibles de todas estas complicaciones. Lo llamativo es que en su momento, todos parecían ganadores, los médicos seguros de utilizar una tecnología de vanguardia, los pacientes convencidos de ser los afortunados receptores de este gran descubrimiento, y por supuesto la industria satisfecha con las ventas de su producto. Nuestra responsabilidad como médicos va más allá que hacerle eco al vendedor de productos que ingresa por la puerta del consultorio o nos presiona en un congreso. El fin último es evitarle a nuestros pacientes riesgos innecesarios y asegurarles la mejor intervención soportada en evidencia honesta y sólida. El no hacerlo implica una falta a la ética.

Esta responsabilidad la deben compartir los diferentes actores del proceso. Desde la perspectiva de la industria, la promoción agresiva de ventas debe estar soportado en evidencia sólida previa. La responsabilidad del médico es mantener su capacidad de discernimiento e independencia evitando conflictos de intereses que puedan sesgar sus decisiones. Además, en casos de duda, debe aportar elementos de juicio al paciente que le permitan participar responsablemente en la decisión. Lo antes dicho es especialmente cierto para los líderes de opinión cuyas decisiones tienen un mayor impacto.

Hoy más que nunca la metodología científica nos provee de herramientas para la evaluación y producción de evidencia. Si no hay información adecuada debemos exigirla o producirla antes de asumir una nueva tecnología. Cada vez es menos aceptable tomar decisiones basadas en investigación informal acerca de un producto y la ingenua e irresponsable costumbre de confundir lo nuevo con lo mejor.

Los invitamos a asumir claramente nuestra responsabilidad con los pacientes y la sociedad. debemos evitar, con una actitud independiente y crítica, riesgos y costos inaceptables y así mereceremos de la confianza que la sociedad depositó en nosotros.

Dr. Klaus W. Mieth A.,
Dr. Camilo Andres Turriago,
Dr. Juan Carlos GonzAlez

Profesor Enrique Botero Marulanda 1905-2000

Nacido en Sonsón, Antioquia, fue bachiller del Colegio de San Ignacio de Medellín, y médico de la Universidad Nacional de Colombia en 1930. Se gradúa en 1932, transladándose a Medellín, en donde es jefe de Clínica Urológica, y en 1934 con la inauguración del Hospital San Vicente de Paul, es nombrado primer médico jefe.

En 1935 se inclina definitivamente por la cirugía ortopédica, y durante 4 años, en Nueva York, en el Hospital For the Special Surgery, hasta 1939 hace su entrenamiento.

Regresa al país, radicándose en Bogotá, y en 1940 es el fundador del Servicio de Ortopedia y Traumatología del Hospital Militar Central y jefe titular, y en la práctica privada se incorpora a la Clínica de Marly, y en esta última, hasta que decide su retiro de la profesión en 1970.
En nuestro medio, la medicina durante los primeros 40 años del siglo XX estaba aferrada inextricablemente a la escuela francesa, y la ortopedia y traumatología seguía fielmente las enseñanzas de la ambulancia francesa durante la guerra de 1914 a 1918, y era ya un estimable avance, que en el Hospital de San Juan de Dios, y en el de San José, al menos, nuestra especialidad se había separado de las denominadas clínicas quirúrgicas, en servicios comunes, y dirigidas siempre por un profesor titular, y éste, un cirujano general. Quizás además de Francia, se acogían en la época a los dictados del profesor Bohler, pero de una manera apenas tangencial.

El profesor Botero Marulanda fue sin duda el primero, y con él, muy pocos especialistas, quienes se atrevieron a separarse de esas escuelas, y líneas de procedimientos. No podían entender dentro de sus mentes que existiendo una demostración incontrovertible de los progresos en todos los campos científicos de la tecnología de los Estados Unidos y Canadá se siguiera aferrados a conceptos de los tratamientos “cerrados” netamente ortopédicos, en una palabra “clínicos” en donde predominaba la observación y de allí, el “juicio sagaz u ojo clínico”, rechazando muchas veces de plano lo que ya el país del norte empezaba a dominar, como era el tratamiento quirúrgico de algunas -por cierto no todas- de las fracturas, con base en estudios muy serios y juiciosos. No se comprometió el profesor Botero en polémicas ni desavenencias con el medio y emprendió su propio camino, liderando en dos hospitales de Bogotá, el Militar Central y el de la Samaritana, dos escuelas que se apartaron por completo de la tradición allí existente. Llegó la osteosíntesis, el uso de los antibióticos; la recuperación más dinámica del paciente con la rehabilitación. El uso del control estricto por la radiografía; otros tratamientos diferentes al método de Trueta, en las fracturas abiertas, y sobre todo, desterrar el uso existente en el ambiente de curaciones o “esterilizaciones” de heridas colocando polisacáridos. El temperamento de Botero Marulanda no era para esperar aprobaciones o lo contrario, ni mucho menos con el interés de asumir liderazgos, y el hecho es que con el viaje de especialización a Norte América de todo un grupo de brillantísimos cirujanos ortopedistas que llegaron a ser maestros después, se implantó definitivamente entre nosotros la escuela del norte y de Inglaterra, que se ha seguido y sigue hoy casi en su totalidad por nuestros especialistas en ortopedia.

Esto es ya motivo de deuda imperecedera e implacable para con el profesor Botero. Fue además, el primer profesor de Ortopedia de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana, cátedra que regentó con el pragmatismo que le era innato, con lo preciso, hasta que por mala fortuna, así yo lo considero, se nos retiró del todo a una edad, en la cual por su vastísima experiencia se podría esperar mucho más aún de su ejemplo y enseñanza. Tuvo una extraordinaria clientela privada, enseñándonos a sus discípulos sobre la intranquilidad del médico, y en sus propias palabras “jamás permitir el manoseo por parte del paciente o de sus familiares, por importantes que se consideren”.

Nos dio el ejemplo que las conductas y decisiones eran exclusivas en los tratamientos del médico, que para ello tenía que ser completamente autónomo, y sin intromisiones indebidas. Igualmente fue un permanente precursor de que los honorarios para el trabajo del médico deberían ser dignos y justos, y jamás tasados con cicatería, como es hoy la costumbre por terceros que han subestimado a niveles preocupantes el trabajo y esfuerzo del médico. Nos enseñó que nada se logra hablando mal de un colega ni criticando una mal tratamiento por parte de éste, porque dentro de los avatares de la vida, sería de nosotros de quienes en el día de mañana se hablaría peor, porque nadie está exento del error y, fue fundamentalmente un ejemplo de rectitud y honestidad siendo vertical en todas sus actuaciones o contubernios.

Fue colateralmente fundador y el primer presidente de la Sociedad Colombiana de Cirugía Ortopédica, teniendo siempre en su pensamiento, que sus propias ideas no deberían perdurar para siempre, y que otros también, muy calificados, pudieran bien acceder a tan altas dignidades.

Sus opiniones, su carácter y pensamiento de la vida diaria, podían hacerlo aparecer duro, adusto, severo. Por el contrario: cuando se procedía de acuerdo a las normas, uno se ganaba su amistad y afecto, y él llegaba a constituirse en un desinteresado y mejor consejero.

Recordamos muchas de sus comparaciones, a veces con hilaridad. Eran vertidas por él con sencillez y por ello, muy reales y precisas.

En 1943 contrajo matrimonio con la muy distinguida dama, la señora Ema Iriarte de Botero. Un matrimonio feliz y la bendición de ocho hijos que siguen su ejemplo y sus normas estrictas ante la vida, todos ellos muy destacados en el mundo de los negocios, de la administración, de la ingeniería y uno de ellos, nuestro muy distinguido colega y amigo el Dr. Pedro Manuel Botero Iriarte.

Su larga y admirable vida finalizó a los 95 años de edad con el don inestimable de una mente clara y sana que lo acompañó siempre. Paz para su tumba, y el mejor de los recuerdos a su obra, que precisamente por su manera de ser tan discreta, no trascendió en las nuevas generaciones de ortopedistas como bien y merecidamente fuera debido, y para ejemplo de ellos, quienes apenas tangencialmente o de oídas supieron de sus enormes realizaciones y merecimientos. Considero que nuestra SCCOT debe instituir y muy pronto, premios o distinciones que lleven el muy preclaro nombre del profesor Botero Marulanda.

Dr. Diego Soto Jiménez

  1. La Revista Colombiana de Ortopedia y Traumatología, como órgano oficial de la sociedad Colombiana de Cirugía Ortopédica y Trumatología, publicará artículos de la especialidad o relacionados con ella, previa aprobación del comité editorial.
  2. Los trabajos, salvo circunstancias especiales, deben ser inéditos y suministrados del editor y exclusivamente a la revista. Su reproducción total o parcial debe contar con la aprobación dar crédito a la publicación original.
  3. Los trabajos deben ser remitidos a Revista Colombiana de Ortopedia y Traumatología ( Apartado Aéreo 91298 Santa fe de Bogotá) , en original en disquete de 3.5 pulgadas, compatibles, con sistema IBM PS2, preferiblemente en Word Perfec o en MSWord, y una copia en papel de éste, tamaño carta a doble espacio, empleando una sola cara del papel, y guardando un margen izquierdo de 4 cm. Deben venir acompañados de una carta del autor principal en donde se exprese claramente que el trabajo ha sido lído y aprobado por todos los autores, e igualmente informar si se ha sometido parcial o totalmente a estudio por parte de otra revista. El autor debe guardar copia de todo el material enviado.
  4. Cada componente del trabajo debe iniciarse en una nueva página de acuerdo a la siguiente secuencia: página del título, resumen y palabras clave, texto, resumen en inglés (summary), agradecimientos, bibliografía, tablas (cada tabla en página separada con su título y notas) y leyendas para las figuras.
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  6. El resumen de no más de 150 palabras, debe enunciar los propósitos del estudio o de la investigación, los procedimientos básicos, los hallazgos principales y las conclusiones.
  7. El texto debe incluir introducción, material y métodos, resultados y discusión; las abreviaturas deben explicarse y su uso limitarse. Su extensión no debe ser mayor de 30 páginas a máquina a doble espacio, tamaño carta, y se acepta un máximo de 5 ilustraciones.
  8. La bibliografía se enumera en orden alfabético y se escribe a doble espacio 
    • En caso de revistas: apellidos e iniciales del nombre del autor y sus colaboradores (si son más de 5 puede escribirse, después de los 3 primeros, et al o cols.; título completo del artículo, nombre de la revista abreviado según el estilo del Index Medicus, año de publicación, volumen, páginas inicial y final. Para el uso de la puntuación siga el ejemplo: Jones HR., Siekert RG., Neurologic manifestations of bacterial endocarditis. Ann Int Med, 1969; 71: 21-28
    • En caso de libros: apellidos e iniciales de todos los autores, título del libro, edición, ciudad., casa editorial, año, páginas inicial y final. Para el uso de la puntuación, sígase el ejemplo: Fenilchelo O. Teoría psicoanalítica d ela neurosis, 3a de, Buenos Aires: Editorial Paidós; 1966: 56
    • En caso de capítulos de libros: apellidos e iniciales de los autores del capítulo, título del capítulo, autores o editores del libro, título del libro, edición, ciudad, casa editora, año, páginas inicial y final. Para el uso de la puntuación, sígase el ejemplo: Drayer BP, Poser CM. “Enfermedad de inclusión citomegálica del SNC”. En Toro G., Vergara Y., Saravia J., Poser CM., eds. Infecciones del sistema nervioso central. Santafé de Bogotá: Fondo Educativo Interamericano S.A.; 1978 172-175.
  9. Las tablas y cuadros se denominarán tablas, y deben llevar numeración arábiga de acuerdo al orden de aparición. El título correspondiente debe estar en la parte superior de la hoja y las notas en la parte inferior. Los símbolos para unidades deben aparecer en el encabezamiento de las columnas. Las unidades deben expresarse en el Sistema Internacional S.I. las fotografías, diapositivas, gráficas, dibujos y esquemas se denominan figuras, se enumeran según el orden de aparición y sus leyendas se escriben en hojas separadas. Al final de las leyendas de la microfotografías se debe indicar la colaboración y el aumento utilizado. Todo material como fotografías. Diapositivas, etc., deben ir marcados con su respectivo orden numérico y el nombre del trabajo o el apellido del autor. Las fotografías de las histologías serán sacadas a color, por lo tanto sus originales deben tener una buena reproducción. Si son gráficas o dibujos deben ser elaborados en cartulina blanca o papel vegetal con tinta china e indentificarse con el número de orden en la parte inferior. Si una figura o tabla ha sido previamente publicada se requiere permiso escrito del editor y debe darse crédito a la publicación original. Si se utilizan fotografías de personas, éstas no deben ser identificables; en caso contrario, debe obtenerse el permiso escrito para emplearlas.
  10. El comité editorial podrá seleccionar como editorial aquel trabajo que merezca destacarse por su calidad y su importancia para nuestra especialidad.
  11. Se consideran actualizaciones aquellos trabajos que contienen una completa revisión de los adelantos recientes ocurridos en un campo específico de la ortopedia.
  12. Comunicaciones breves son aquéllas que presentan la opinión o experiencia personal del autor sobre un tema que se considera de interés para la ortopedia. Puede acompañarse de una breve revisión.
  13. Presentación de casos son los trabajos destinados a describir uno o más casos que el autor considere de interés especial. Deben constar de resumen, descripción detallada del caso y discusión.
  14. Las cartas al editor son comentarios cortos sobre algún material previamente publicado por la Revista Colombiana de Ortopedia y traumatología.
  15. La Revista Colombiana de Ortopedia y Traumatología no asume ninguna responsabilidad por las ideas expuestas por los autores.
  16. Para las citas de referencias la abreviatura de la Revista Colombiana de Ortopedia y Traumatología es Rev. Col. Or. Tra.
  17. Los artículos serán sometidos al proceso de revisión editorial, en donde podrán ser modificados, cambiados o corregidos por los editores, para mejorar la redacción, gramática, ortografía y presentación. El autor correspondiente recibirá una prueba (galera) que él debe revisar cuidadosamente, aportando los cambios mínimos indispensables y aclarando las dudas de los editores.

SECCIÓN I. Trauma

SECCIÓN II. Mano

SECCIÓN III. Ciencias Básicas

SECCIÓN IV. Ortopedia Infantil

SECCIÓN V. Columna

Carta al editor 
   
Bogotá, 26 de diciembre de 2000 
  
   
Doctor  
Rodrigo Pesántez R. 
Director editor 
Revista Colombiana de Ortopedia y Traumatología 
Ciudad 
  
Respetado doctor: 
  
Reciba un cordial saludo de Navidad y mis mejores deseos de un nuevo año muy próspero para usted y los suyos. 
  
Me permito sugerir a usted y al Comité Editorial de la Revista Colombiana de Ortopedia y Traumatología que se tenga una persona que haga las correcciones de estilo y gramaticales de los artículos que se van a publicar en la revista. 
  
Es poco elegante ver algunas erratas “gordas” como por ejemplo la que aparece en la revista vol. 13, No. 3, pág. 272: donde dice cayos en vez decallo (óseo); y en la revista vol. 14, No. 2, pág. 149 dice: paquete vacuolonervioso y creo que quiere decir vásculo. 
  
Estas erratas ocurren en “las mejores familias”, pero hay que tratar que no ocurran. Me las he encontrado leyendo la revista, y no por ponerme a buscarlas. 
Con sentimientos de consideración y aprecio me suscribo de usted. 
  
Atentamente, 
  
  
Pablo Arango Restrepo 
Miembro Titular SCCOT

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